Mi obra constituye un soporte para aquellos que lo pasan mal, un amigo al que acudir y una atestiguación de las secuelas de la tristeza contemporánea, del mismo modo en que lo han hecho siempre bandas de rock y música alternativa.

Me interesa mucho la ironía, esa sensación de que todo va mal pero al menos siempre nos quedará el humor para reírnos de nuestras propias desgracias. Trabajo una pintura muy ligada al mundo post-internet, usando memes y canciones a las que filtro lo necesario para registrar esa creciente incertidumbre y tristeza. Utilizo la herramien­ta de dibujo de Instagram stories para luego pasar a los diferentes soportes.

Somos música para sordos establece un paralelismo entre la cinegética animal y la muerte humana mezclada con la necesidad de ser escuchados por unas entidades divinas que nos salven de la agonía existencial en el siglo XXI.